PAÍS LIBRO

Autores

m. l. estefanía

¡voy a disparar!

El doctor no tenía más remedio que obedecer. Pero al descansar el cuerpo sobre un estribo, se dejó caer al suelo, y desde allí, boca arriba, disparó a su vez. Mat inclinó la cabeza primero. El brazo armado cayó cuan largo era para quedar inerte como el correspondiente a la mano que sostenía la brida. Unos segundos más tarde, rodaba hasta el suelo, donde quedó con la cabeza en parte enterrada en la arena calcinada.