vida de huido
Con el rifle fuertemente empuñado se arrastraba el jinete por las arenas calcinadas del desierto. Biznagas, cactos y pitas era la única vegetación que veía a no muchas yardas y hacia las que se dirigía. Una bala levantó tierra junto a su rostro, indicio que no dejaba lugar a dudas de que había sido visto. Un segundo disparo quedó aún más cerca que el otro.