víctimas del odio
Bob Hudson, conversando animadamente con los dos viejos ovejeros que le ayudaban a cuidar el ganado, preguntó: —¿Qué tal los perros, Sullivan? —¡Son maravillosos! —¿Convencido de que son una gran ayuda? —volvió a preguntar Bob. —¡Cuidar las ovejas, con la ayuda de esos animales, es un trabajo sencillísimo!