una bronca con plomo
El tren se detuvo en su jadear mecánico y la gritería era ensordecedora. Cuando los dos viajeros descendían, una verdadera multitud les aclamaba. La joven Violeta sonreía complacida al oír los vivas que daban en su honor y en el de su padre. Las autoridades locales les salieron al paso y les saludaron dándoles la bienvenida de la ciudad. Violeta contemplaba curiosa cuanto le rodeaba.