PAÍS LIBRO

Autores

m. l. estefanía

tres leyes: ¡plomo, plomo, plomo!

Los patos silvestres indicaban en su huida hacia el Sur que el buen tiempo se alejaba, empujándoles en busca de clima más apropiado. Su áspero canto dejábase oír de modo constante. Richard Tedford sentía que la brisa iba refrescando en los últimos días. Contemplaba el paso de los patos desde la orilla del río cuando embarcaba en su magnífica canoa de abedul unos buenos fardos de pieles. En su cabaña del monte Watt había dejado otra buena partida de ellas, a por las que volvería más tarde con ayuda de un trineo, que estaba en casa del factor Theo Young, cuidados los perros por Mabel, su hija.