su ración de plomo
PARA el pequeño pueblo llanero de Niobrara, era un espectáculo y una distracción, por lo tanto, el paso de las naves fluviales en los dos sentidos. Habían permanecido insensibles a la llamada de la ambición hacia los campos mineros de Colorado y Montana. Extendidos a ambas orillas del río que dio nombre a la pequeña ciudad, había unos extensos ranchos, en los que vivían unas cuantas familias, de las que llegaron pocas decenas de años antes.