su meta era la horca
El bullicio era ensordecedor. Conversaciones. Ruidos de botellas y vasos. Discusiones en distintos tonos de voz. Entender, o hacerse entender, era tarea muy difícil. Donde menos ruido había era en la parte en que se hallaban las mesas de póquer. Y, sin embargo, era un silencio cargado de electricidad De amenazas. Se jugaba a media voz.