rúbrica de plomo
Johnny sonrió al despedirse de su jefe. Y sin que nadie le viera ascendió a la parte alta del edificio, donde estaban las habitaciones privadas de los empleados. Poco después entraba en una de ellas. Y cerró por dentro para que nadie pudiera molestarle. Lo registró todo, dejándolo en el mismo orden que estaba. Ni un solo billete había conseguido encontrar.