plomo para ventajistas
Una cortina de polvo rojizo semiocultaba el poblado de la alta montaña que, como un dogal, lo rodeaba. Dos jinetes detuvieron sus cabalgaduras y uno de ellos, echándose el sombrero hacia atrás, secóse la frente sudorosa con un sucio, pañuelo, diciendo: —Ése es Brawley. El pueblo minero de la frontera. Estoy rendido; podíamos descansar…