pistolero solitario
La mujer que descendía de la diligencia era muy bonita. Miró en todas direcciones, contemplando la ciudad de Denver con más curiosidad que interés. Los testigos que a diario esperaban la diligencia se fijaron en ella con la máxima admiración. Las ropas de la joven eran elegantes, finas y vistosas. De las que usaban las mujeres del Este y las bailarinas o cantantes que solían actuar en el teatro que habían hecho en la avenida de Lincoln. Una sonrisa burlona o picaresca asomó en varias bocas.