la mascota de las rocosas
La violentísima parada del tren, entre agudos chirridos metálicos, hizo que los viajeros fuesen lanzados Unos contra otros mirándose con ojos de asombro más que de molestia. Una demanda o interrogación muda había en cada mirada y las ventanillas, abiertas febrilmente, encuadraron rostros Renos de curiosidad. El tren caminaba junto al río Lodgepok y hacía poco tiempo que había salido de Kimball, la estación provisional que la Compañía propietaria del ferrocarril había instalado, al fin, después de una campaña en la que no faltaron las violencias.