la ley de los morgan
Arnold Foster, dueño de un almacén en Eureka, Nevada, repasaba unas cuentas con toda atención. Y movía la cabeza contrariado. Había visto desmontar frente a su casa a Peter Bronx, un viejo minero que llevaba muchos años en la región y que poseía una mina en la que trabajaba con tesón desde veinte años antes. El viejo minero entró en el taller del herrero y dijo a éste que pusiera unas herraduras al caballo.