justo castigo
-¡Chis!… Ya te he oído… No armes más escándalo, si no quieres que se enteren los que han de estar cerca, a juzgar por el relincho de ese caballo. Y el que hablaba así a su montura, se puso en pie, mirando al mismo tiempo con atención en todas direcciones. El caballo movía nervioso las orejas. Por huirse en una altura dominante, las miradas iban hacia abajo, a la ladera del monte. No ve a nada. Y así pasaron varios minutos.