PAÍS LIBRO

Autores

m. l. estefanía

fiesta sangrienta

El jinete detuvo la montura, que había caminado las últimas yardas con una lentitud desesperante, y saltó de la silla con gran agilidad. Sin preocuparse de los que pasaban o estaban a su lado, amarró la brida a la barra y sacudió su ropa y sombrero casi con fiereza. Una enorme nube de polvo le envolvió en absoluto.