PAÍS LIBRO

Autores

m. l. estefanía

ferroviarios de montana

La nieve impedía orientarse ni mirar hacia adelante. Handy se cubría hasta los ojos con la «parka», llevando de la brida a la primera caballería. Las otras cuatro iban amarradas unas con otras. Las cuatro de atrás transportaban unos fardos de pieles, producto de los meses que había estado encerrado en la montaña. Handy había calculado, allá en lo alto de su refugio, cuando las empaquetaba, que debían valer unos seis mil dólares en total. Había sido una de las mejores cacerías que realizó cazador alguno. El joven achacaba esta suerte a los trabajos del ferrocarril que, desde su refugio, observó gracias a sus prismáticos de largo alcance.