¡este es mi colt!
Con la fuerte espalda apoyada contra la roca, el pelo revuelto por la brisa, la pipa sólidamente aprisionada entre los dientes que blanqueaban en el cutis broncíneo y los ojos semicerrados, Burke Wallace contemplaba desde el alto mirador, en la proximidad de su morada, la carretera que allá abajo, a sus pies, muy en lo hondo, ponía en comunicación a Carson City, la capital del estado de Nevada, con Sacramento, que lo era de California.