el equipo sin alma
En uno de los paisajes más encantadores del noroeste de la Unión, entre suaves valles, con dibujos caprichosos de los meandros festoneados de bosques que descendían de las montañas a inclinarse ante el curso fluvial, rodeado todo ello de altas cumbres, con nieve la mayor parte del año, se escondía la vivienda ocupada por Ernest Barnes y su hija Eva.