el embrujo del oeste
—Tienes que convencerte de que has adquirido unos terrenos que no valen para nada. El ganado se muere de hambre y no hay posibilidad de sembrar en ellos ni salvia. —Tienes razón, pero he de hacer de ellos una fuente de ingresos. Has de verlo. Los dos hombres, vestidos de vaqueros, que discutían ante la casa levantada con adobe y madera, más de aquello que de ésta, paseaban con lentitud, contemplando una extensa zona de terrenos, sobre la que unos pastos raquíticos servían de alimento a muchas reses. —Ese ganado se encontrará cada día más raquítico. Tenemos los mercados muy alejados de aquí y carecemos de los hombres necesarios para hacer una conducción.