camino sin retorno
Emily, propietaria del saloon que llevaba su nombre, fijóse detenidamente en el alto cow-boy o minero ya que no resultaba fácil determinar la profesión, por el estado en que se hallaban las ropas que vestía, que hablaba con Arthur en el mostrador, hombre que atendía el mismo, y que tanto tiempo llevaba en su compañía. Arrastrada por la curiosidad, avanzó hacia el forastero. Llamó su atención aquel rostro curtido por los vientos y soles de montañas y desiertos.