PAÍS LIBRO

Autores

m. l. estefanía

¡aniquilación!

El tren se detuvo lentamente. Tratábase de un apeadero, ya que no había más edificación que la ocupada por el jefe de estación. En cambio, a unas doscientas yardas, había un pequeño pueblo. Al que debían pertenecer los curiosos que estaban mirando al tren. Y de éste, descendió un joven vestido elegantemente, que miraba en todas direcciones. Junto a él una enorme maleta.