ambición funesta
La serpiente se contoneaba y caminaba zigzagueando y de vez en cuando avanzaba la cabeza como impulsada por un muelle, para replegarse en el acto. Una especie de pequeña rata era la causa de la atención de la serpiente obstinada, que trataba de atacar por varios ángulos, sin que obtuviera el menor éxito, porque su contrincante, detrás de ella, lanzaba arena a una velocidad de vértigo. Y la arena no es aliada de la serpiente, sino su más fiero enemigo. La rata retozaba y, poniéndose sobre las patas traseras, se atusaba las guías de su bigote, como si se burlara del temible reptil.