agente especial (año 1960)
Una cortina despolvo rojizo semiocultaba el poblado desde la alta montaña, que como un dogal la rodeaba. Dos jinetes detuvieron sus cabalgaduras, y uno de ellos, echándose el sombrero hacia atrás, secóse la frente sudorosa con un sucio pañuelo, diciendo: —Ése es Brawley. El pueblo minero de la frontera. Estoy rendido. Podríamos descansar. —Hagamos el último esfuerzo. Debo comunicar a Nesta que llegaré sin novedad. —Eso sería tanto como decir quién es. —No. Yo puedo tener mujer y ser un aventuEsto sería raro.