remordimientos
Pamela Sue Scott, a sus cuarenta y dos años, cuando muchas mujeres a aquella edad se consideraban, sino viejas al menos «mayores», estaba quizá, físicamente hablando, en el mejor momento de su vida. Espléndida. Extraordinaria. Con un cuerpo sensacional cuyas curvas y recortes se encargaba de evidenciar ostensiblemente el ajustado vestido de terciopelo rojo que ceñía con afán sus voluptuosos encantos de entre los que destacaba la línea erguida, majestuosa y pujante de sus pechos todavía jóvenes y excitantes.r