PAÍS LIBRO

Autores

louis g. milk

terrestres y marcianos, hermanos

Kerec oyó los gritos desde lejos y volvió la cabeza. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Siempre ocurría lo mismo cuando había dificultades. Llovía con exceso. El Inmortal tenía la culpa. Había sequía. La culpa era del Inmortal. Bajaba la temperatura. El Inmortal, culpable. De cualquier contratiempo que ocurriese, el Inmortal tenía la culpa. Ellos no, claro. Ellos eran puros, honestos, casi virginales. ¿Cómo iban a tener la culpa de sus propios desastres?