PAÍS LIBRO

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lou carrigan

la tercera de la izquierda

La rubia estaba muy lejos, nada menos que en la otra punta de la barra del Selim Club, pero como estaba imponente, y Milton Kovacs era hombre de ideas lógicas, agarró su vaso, se fue para allá, y tras instalarse a su lado la obsequió con la más simpática de sus sonrisas, mientras decía: —Hola, nena. ¿Ligamos? La muchacha le dirigió una mirada lenta, y tan fría, que Milton pensó que bastaba poner el vaso de whisky delante de sus ojos para ahorrarse el hielo. —¿No ligamos? —se sorprendió Milton—. Bueno, tú te lo pierdes: te advierto que soy un tío simpático. Reflexiona, nena. Voy a tener la magnanimidad de concederte medio minuto.