la pareja más completa
Los tres hombres llegaron en un coche que estacionaron entre los abetos, cerca del chalé, pero como escondiéndolo, como si no quisieran que lo viesen los ocupantes del chalé. Sin embargo, tales precauciones eran innecesarias, porque en aquellos momentos no había nadie en el chalé, así que nadie podía verlos a ellos ni al coche. Uno de los sujetos estuvo llamando varias veces, hasta que por fin se dio por vencido y dijo: —Efectivamente, todavía no han vuelto. —De todos modos, vamos a entrar —dijo uno de sus compañeros. No tuvieron ninguna dificultad, porque el que había llamado demostró ser un experto en el manejo de la ganzúa. Abrió la puerta, entró, esperó a que entrasen sus dos compañeros, cerró, y los tres quedaron como sumergidos en el mar de la oscuridad eterna. Fuera, un frío airecillo precedía a las primeras sombras de la noche, que tomaban un tinte gris en las lejanas montañas nevadas. Un encantador jardincito muy bien cuidado rodeaba el chalé, floreciente, multicolor, bucólico. Fuera, todavía había luces y colores; dentro del chalé no se veía a un palmo.