hoy por ti, mañana por mí
El «Fiat 132» estaba estacionado en una de las avenidas de Villa Borghese, Roma, y dentro del coche, dos hombres miraban hacia una de las hermosas quintas de la ajardinada zona, cuya entrada estaba protegida por hermosas verjas de hierro forjado sostenidas en columnas rematadas por grandes tiestos con flores. Eran dos hombres a cual más atractivo, aunque muy diferentes entre sí. Bastaba echarles un vistazo para comprender que no tenía sentido que estuviesen juntos. Al menos aparentemente no tenía sentido. Uno de ellos, el que estaba sentado al volante, vestía atuendo deportivo, aunque serio, sobrio; tenía los cabellos color cobre, los ojos negrísimos, la boca delgada y firme, el mentón pronunciado, y sus facciones tostadas por el sol eran impresionantemente viriles. El otro…