las zarpas de un gato
La pagoda estaba ante ellos. Podían verla perfectamente, con una simple mirada, sin necesidad ahora de prismáticos. Las gigantescas montañas parecían monstruos colosales, elevándose majestuosas hacia el oscuro cielo, tapando en gran parte la visión de las estrellas. Pero la luna sí estaba presente sobre las montañas, iluminándolo todo con su lívido fulgor: la vegetación, los árboles, los montes… Y la pagoda.