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la venganza de los hibernados

NADA más levantarse, sin hacer ruido para no despertar a María, Pierre salió quedamente de la habitación, dirigiéndose a la ducha de vapor, que le reconfortó corporalmente en pocos segundos. Se vistió después y bajó al piso inferior, donde extrajo su desayuno del «preparador» que, habiendo sido puesto en hora, lo hizo justo para aquel momento.