el hombre nuevo
A través de las paredes cuidadosamente insonorizadas llegaba, no obstante, una ligera y lejana vibración, la estancia era rectangular y de grandes dimensiones. Tres de sus paredes grìsáceas estaban completamente desnudas y la otra, la del fondo, respecto a la entrada, estaba absolutamente cubierta de aparatos de la más diversa índole. Cientos de círculos graduados cuyas agujas no habían empezado a verse todavía. Y a la derecha, sobre una superficie de más de quince metros cuadrados, una serie de pantallas de televisión que estaban conectadas en circuito interior para proporcionar imágenes de lo que ocurría en la pila atómica, desde todos los puntos de vista posibles.