devoradores de energía
La tormenta de aquella tarde, de un caluroso mes de junio de 1998, no tuvo nada de extraordinario. Aparentemente, fue una de tantas, ni más ni menos violenta que las que sacuden el estío de las islas del Caribe. Una tormenta más. Al menos, así la catalogaron los servicios oficiales de Meteorología en Santiago de Cuba, siempre a la espera, medrosa y angustiada de que uno de esos fenómenos atmosféricos constituyesen el preludio de algún temible tifón.