risas de horror y muerte
PAULINE empujó suavemente el cuerpo del hombre que yacía junto a ella. Su acción fue mal acogida y un gruñido varonil fue la respuesta que obtuvo el hecho. —No creas que a mí me gusta que te vayas, François. Pero tienes que atravesar las dunas y eso puede ser peligroso de noche. François Duval no pareció muy convencido porque apartó con cierta brusquedad el brazo femenino y buscó con sus manos el cálido cuerpo de ella. —¡Bah! Déjame un rato más, preciosa... —No, François... Anda, no seas perezoso...