el pistolero que llegó del cementerio
Fort Worth (Texas), febrero, 1889. A Clint Russell iban a colgarlo por el cuello hasta que muriese. El juez Waterman le había encontrado culpable de todos los cargos que se le imputaban. Bueno, de todos no. Solo de uno. Porque realmente solo un cargo se había presentado contra él. A Clint Russell se le acusaba de haber asesinado al sheriff Landon. Y de haberlo hecho por la espalda, lo cual, obviamente era mucho más grave todavía. Arnold Waterman, después de oír a los testigos y de considerar las pruebas presentadas contra el reo, había decidido que sí; que Clint Russell era culpable de semejante felonía, y por lo tanto, debía de ser colgado por el cuello hasta que muriese. El juez Waterman no se distinguía precisamente por su meticulosidad profesional. Era bastante cómodo, práctico si se quiere, y poco amigo de meterse en demasiadas averiguaciones.