yo, el asesino
La había visto por el rabillo del ojo y aparté la mirada del diario que yo sostenía entre las manos. Sus ojos verdes se fijaron en los míos. Había en su rostro cierto aire socarrón. —Y bien, eficiente muchacha… —le dije quedándome en suspenso. —Ahí fuera le espera su amigo —contestó. Sabía a quién se refería y el corazón me dio un vuelco a pesar de que esperaba su visita. De todas formas, repuse: —No sé a quién se refiere, Susan.