trágico botín
Martin Audax, moreno, de ojos negros, sesenta y cinco kilogramos de músculos y huesos embutidos en un traje tropical color setas a la napolitana, pasó el brazo por la cintura de la prodigiosa rubia que estaba de pie, y murmuró mientras la atraía hacia sí: —Eres maravillosa, Eunice… La mujer hizo un mohín y entorpeció el impulsivo movimiento de Audax colocándole una mano en el pecho. —¡Pero yo no soy Eunice, Martin…! Audax no pestañeó.