reguero de sangre
Primero era el clarinete con sus notas agudas, largas. Luego, el saxofón, más tarde solo el piano y después el ritmo trepidante de la batería. De pronto, a este se unió un golpeteo desacompasado. Kirk Howard empezó a despertar. Abrió los párpados. Vio una nube esponjosa ante sus ojos. Sintió náuseas. Le pareció que le arañaban el estómago con un rallador de pan. Tenía la boca seca, correosa. Le zumbaban los oídos.