PAÍS LIBRO

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keith luger

la rubia desaparecida

El encargado del registro, un hombre de cabello aceitoso y ojos saltones, frunció el ceño y se puso a examinar el libro. —¿Ha dicho Varden, señor Maxwell?—Sí.—Lo siento, no tenemos ninguna señorita Varden en nuestro hotel.—No es posible —repuso Maxwell—. Debe estar aquí.—Lo siento —repitió el encargado—. Al menos, no se habrá inscrito con el nombre de Julie Varden. Quizá, ha utilizado otro.—No, ella no tiene ninguna razón para utilizar otro.