PAÍS LIBRO

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keith luger

el salteador de texas

El carcelero abrió con la llave la puerta de la celda. —Ha llegado tu hora, Morley —dijo. Morley se enderezó. Estaba por los veintiséis años de edad y era moreno, de fuerte constitución. Se cubría con el traje reglamentario gris plomo, de paño correoso, desagradable al tacto. —Voy a echar mucho de menos este hogar —murmuró y a continuación soltó una risita. —Anda, date prisa. El alcaide te está esperando.