crimen para ye-yes
En aquel momento oí que la puerta se abría. Miré hacia allí y quedé asombrado. Acababa de entrar la esclava a la que se refería la historia de Schehrezade. Dejé el libro a un lado y me restregué los ojos. No había duda. Ella estaba en el mismo lugar. La joven podía tener veinticuatro o veinticinco años. Llevaba un corpiño de lentejuelas azules que le cubría muy pobremente sus grandes senos, y pantalones transparentes de odalisca sobre unas ajustadas bragas negras. Entre el corpiño y los pantaloncitos mostraba el ombligo, en donde reposaba una refulgente joya. Sus pies estaban calzados por babuchas de raso negro.