balas para ti, dulzura
Dormí en el diván y eran las siete de la mañana cuando desperté. Todo estaba en silencio. Me acerqué a la puerta del dormitorio de Rae, que estaba entreabierta y oí su acompasada respiración. Fui al cuarto de baño y tomé una ducha. Me estaba frotando vigorosamente con la toalla cuando cruzó por mi mente la idea. Me pilló tan de sorpresa que me quedé quieto un rato, pensando. Era una posibilidad entre mil, pero era lógico que Millie Algren pensase en ello. Me vestí rápidamente y salí del cuarto de baño. Olí a café recién hecho. Fui a la cocina. Rae ya estaba levantada. La besé en los labios.