PAÍS LIBRO

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keith luger

así mueren los espías

Los dos hombres descendieron del auto negro. Uno era alto, un poco cargado de hombros, de cabello negro, y el otro rubio, más bajo, pero con una figura de atleta. Los dos vestían trajes de buen paño. A la izquierda estaba el bungalow adónde se dirigían. Cruzaron el jardín y subieron al porche.