sangre árabe
Desde luego, aquel no era el mejor día de Eleanore Fulton. Como su perder su puesto de trabajo no fuera ya bastante desgracia, se vio de repente a cargo de su sobrina de cuatro meses. Además, para colmo, un playboy árabe y millonario se presentó en su casa para hacerle una oferta que estaba convencido que ella no podía rechazar. Agallas no era lo único que Murad Ahiquar tenía en abundancia. Después de todo era un príncipe, y con todo el encanto propio de su rango. Murad le estaba ofreciendo todo lo que el dinero podía comprar y algunas cosas más en las que el dinero no tenía ninguna influencia. Así, sintiéndose como una moderna Cenicienta, Eleanore olvidó todos sus escrúpulos y aprensiones y se dejó mecer en el regazo del lujo y la opulencia.