la ciudad perdida
Burke Stanton se encontraba en su casa de Santa Mónica, California, cómodamente repantigado en un sillón de mimbre, que había sacado al porche. Desde allí, y mientras se fumaba un largo cigarro, Burke contemplaba el mar. Su casa se alzaba en la misma playa, a cuarenta metros escasos de donde morían las olas, bañando la dorada arena.