mack-wan y el fantasma
Walp-Kriker en su saña salvaje iba haciendo correr la fatal palanca por grados, con ánimo de hacer más durable y cruel el suplicio del muchacho. De repente sonó un timbre, potente, penetrante como una sirena. Walp-Kriker abandonó la palanca y sus miserables secuaces palidecieron. Era la sirena de alarma.