el guante negro
Cuando Jim acabó de leer estas líneas soltó un extraño grito y permaneció durante breves instantes en un estado de absoluta inhibición mental, anonadado, presa de acerbo dolor. —¡Mack-Wan en el manicomio! —no cesaba de murmurar—. ¡Es horrible! >Bruscamente se irguió y murmuró con energía: —¡Juro que le pondré en libertad! En cuatro saltos subió a la azotea dirigiéndose a través de terrados y torres, veloz, hacia el edificio de la jefatura de policía.