el espadachín
Una bomba que hubiese estallado a las barbas mismas del bandido no le hubiera producido la mitad de conmoción de la que le produjo la presencia del enmascarado. “Tres Garras” retrocedió, aterrado. —¿Tú... eres?... ¡Maldición! Mack-Wan se cruzó de brazos, sonriente.