el misterio de los trece condiscípulos
El señor Mourato de Vasconcelos (Juan para sus íntimos, que no eran muchos) hacía cinco años que daba lecciones de inglés en un Liceo de la capital, y pese a ser muy exigente con sus alumnos escatimándoles las notas, no podían aquéllos vanagloriarse de pronunciar y entender la lengua de Lord Byron y mister Churchill con suficiente seguridad para atravesar sin dificultades, aun en tiempo normal, las calles de Londres. ¿Culpa de los muchachos? ¿Incompetencia del profesor? ¿Deficiencia pedagógica del Liceo? Nos excusamos de discutir el problema, pues no es eso lo que nos preocupa en estas páginas.