siete millones…
Bill August, contratado por la aerolínea para investigar el asesinato, casi pierde la vida en su primer intento, tras lo cual se enteró de algunas cosas: Vikki Kane, cuyos encantos anatómicos producían presiones sanguíneas récord en el sexo opuesto, tuvo una carrera teatral y un prometido millonario a considerar y quería silencio. El aristocrático Paul Daymon tenía varios millones de dólares y quería a Vikki, con silencio. Andrea Parrish, cuya sangre probablemente era azul porque nunca superó los 30 grados Farenheit, quería recuperar lo que había perdido, es decir, los millones de Daymon, y el silencio también. Nadie quería publicidad y nadie quería hablar. Bill olió el chantaje y empezó a trabajar en una teoría. Si empujaba a todos los preocupados lo suficiente, alguien se iba a romper. Alguien se rompió, de hecho, varias personas lo hicieron, pero no de la forma en que Bill esperaba. Con una pistola disparándole, hizo un par de reservas mentales: las mujeres nunca son una cantidad conocida, el chantaje se puede practicar de más de una manera, ¡y también el asesinato!