los muertos duermen solos
Frenchie Boy había llegado a San Francisco hacía seis años a bordo de un velero que procedía de Papette. Por aquel entonces tenía diecisiete años y se encontró con Margaret que le dijo que era demasiado buen mozo para navegar y se comprometió en cuidar de él hasta que estuviera en condiciones de arreglárselas solo. Y aunque ella tenía sobre French la ventaja de una docena de años de experiencia, no necesitaron más de quince días para descubrir que habían nacido el uno para el otro. Solo había un punto en el que sus miradas no coincidían. A ella no le parecía mal que un hombre viviera al margen de la ley, partiendo de la premisa de que todos los que la rodeaban vivían precisamente así, y para French esto no era algo que le agradase y se resistía, aunque la necesidad de un trabajo era cada vez más apremiante y ya estaba a punto de ceder cuando empieza esta historia.