sexo al volante
Apenas había en el local la luz suficiente como para poder adivinar la presencia de unos cuerpos emparejados de forma insinuante. La suave música que sonaba por el tocadiscos resultaba adecuada al ambiente. Voces apagadas, discreto entrechocar de vasos y copas, alguna que otra risa sofocada acababan de componer el cuadro. El bar Decamerón estaba aquella noche en pleno apogeo; como casi siempre. Las chicas de alterne estaban de suerte, porque, en aquella ocasión, todos los clientes eran hombres conocidos, lo que les evitaba engorrosas precauciones.